Partimos de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez en el estado de Chiapas, hacia el Ejido de Emiliano Zapata, municipio de Ocosingo, 10:30 de la noche marcaba el reloj que medía el inicio de nuestra travesía de 12 hrs., horas que pudieron ser de menos horas, todas dentro del municipio de Ocosingo; el surgimiento de una infinidad de situaciones inesperadas nos permitieron identificar el valor de las personas, de los lugares, de los paisajes; el deseo de conocer el paraíso vale cualquier esfuerzo, y eso era lo que nos habían prometido: un viaje al paraíso.
En San Cristóbal de las Casas se incorporo Fernando Juárez, el incansable Fernando, indígena chol habitante de la selva Lacandona, con más de 30 años de habitarla; Fernando siempre esta dispuesto a realizar cualquier recorrido que le permita obtener medios para seguir manteniendo con vida a su entorno, a la selva, su selva. Ya en su compañía continuamos el viaje. Nos llegó el amanecer en los vehículos, no importaba el cansancio, la incomodidad o cualquier situación inesperada que pudiera surgir, disfrutar al amanecer la grandiosidad de la naturaleza que nos hacía sentirnos tan pequeños nos daba una carga extraordinaria de energía para continuar, para seguir adelante y disfrutar del paraíso, un paraíso al alcance de nuestras manos… si, un lugar mas de nuestro Chiapas, y nuestro destino en vehiculo llego a su final, pero no era el final del viaje.
CAMINO A LAGUNA MIRAMAR
Al fin llegamos al poblado del Ejido Emiliano Zapata, tomamos un pequeño descanso para iniciar una travesía, a pie sobre senderos inhóspitos para aquellos visitantes ajenos al contacto directo con la naturaleza; siempre con el apoyo de Fernando, el buen Fernando que con sus historias y anécdotas, nos enseñaba la gran sabiduría que se requiere para sobrevivir en ese contacto directo con lo natural, con lo puro, con el deseo de luchar y trabajar para los suyos.
CABAÑAS EN EL CENTRO ECOTURISTICO DE ZAPATA, MUNICIPIO DE OCOSINGO
El caminar fue difícil para aquellos que estamos acostumbrados a esas comodidades tan superfluas, no para ellos que representa su senda diaria; en este ambiente atravesamos potreros, cercas, selva, paisajes tan bellos pero a la vez tan difíciles por la inmensidad de su distancia, por la inmensidad de sus apenas 6 kilómetros; a cada paso se percibía ese paraíso esperado, ante la exhalación de aliento que nos motivaba la energía de Fernando, nuestro amigo Fernando, el incansable Fernando, el héroe anónimo que ha recorrido brechas, caminos carreteras, oficinas, personas, siempre con la esperanza de obtener un algo que represente una esperanza para su comunidad….. y de nosotros. Por supuesto que de nosotros, ya que en su incansable luchar por la conservación de la Laguna Miramar y de la Selva Lacandona ante los embates de la ambición humana sin permitir su destrucción, nos obsequia a nosotros un viaje al paraíso al que estamos tan lejos de imaginar que aún subsista.
SENDERO DE ACCESO A LA LAGUNA MIRAMAR
LAGUNA MIRAMAR
Cuando caminábamos y sentíamos la inmensidad de la vegetación, era un caminar en un túnel sin salida con todo el espesor de su oscuridad, de pronto surgió la luz, la claridad, y entre ella la majestuosidad de un cuerpo de agua que cubre una extensión de unos 16 km2 en la parte sudoeste de la Reserva Integral de la Biosfera Montes Azules a una altitud aproximada de 200 metros sobre el nivel del mar (mnsm), en cual sobreviven a sus alrededores un numero significativo de fauna silvestre, de donde sobresalen el tapir (Tapirus bairdii), el zaraguato (Aloautta pigra), el jaguar (Felix onca), y el cocodrilo de pantano, (Crocodylus moreletti). Al fin llegamos, es una belleza indescriptible, es es la belleza de una laguna que en algunos instantes nos hizo sentir la inmensidad de un mar tan lejano de este espacio, lleno de una majestuosidad tan impensable en lo inaccesible de este terreno, tan protegido por esas montañas bajas que van de los 600 a 1000 mnsm.
Pero ese no es el fin de las sorpresas, un recorrido en lancha nos permite acceder a unas ruinas arqueológicas, cuyos vestigios se mantienen bajo la protección de estas personas, por que nos narraban que “ya nos engañaron antes, cuando venían personas que decían ser importantes y se llevaban piedras labradas que nunca supimos su destino”. La suma de esta maravilla, así como otros elementos naturales que confirman la oferta que motivo el viaje, nos confirmo que sin esperarlo LLEGAMOS AL PARAISO, y vaya que lo es. Nos dicen que no podíamos llevar grabadoras, y definitivamente no nos hicieron falta, ya que es impensable el deleite de nuestros oídos el escuchar la música de la naturaleza, que conjuntan el sonido de las aves, de los grandes mamíferos, del susurrar del agua de las plantas; simplemente un concierto digno de la mejor sala de música.
BELLEZAS QUE ENMARCAN LA LAGUNA MIRAMAR
La compañía de la noche llego y con ella, la espesura de la oscuridad que nos cubría con el grito de los zaraguatos, y que con ello nos llenaba de miedos ante la posibilidad de una visita del rey de la laguna, del Jaguar, sin saber que esta fiera se esconde ante el avanzar del humano y del peligro que para el representamos, en fin mecidos por el arrullo de las voces selváticas conciliamos el sueño, para tener oportunidad en el siguiente día de seguir observando la maravillosa naturaleza de nuestro entorno.
Un nuevo día llego, y con el despertar de un sueño que no lo era, el paraíso seguía ahí, majestuoso ante nuestra pequeñez, pero lo bueno se acaba, y con nuestra partida finalizaba el retorno a nuestra realidad, el retorno a nuestra selva, el retorno la selva de concreto. Había que partir al día siguiente, y aún en contra de nuestro pesar, así lo hicimos: partimos. Escuchando las palabras sabias de de Fernando quien nos describe toda esa relación con la naturaleza, que nuestro “mundo moderno” ha desairado y despilfarrado, y todo se lo debemos “a la sabiduría de nuestros padres que no permitieron las parcelas en esta zona de la laguna, porque era algo que había que dejárselo a nuestros hijos”, y no solo se la dejaron a ellos, nos lo dejaron a nosotros, a esos impávidos ciudadanos de la nada, individuos que nuestras selvas de concreto nos han fincado una total insensibilidad.
Gracias Fernando, gracias a ese héroe en el anonimato que nos permitió este viaje maravilloso, y recordar que el paraíso existe.
Comentarios recientes