Cuentan que aquí en Tuxtla, una guapa muchacha del Barrio de Colón se prendió de un apuesto mancebo que según los padres de éste, no era merecedora de un hombre que no era de su categoría. Panchito, un hijo de casa rica a quien le llamaban el niño Paco, en una de tantas andanzas estuvo en un baile, de «sentada de niño» y allí conoció a Josefa, que en su barrio le decían la Chepa.
Días después, Paco no cesaba de frecuentar aquel rumbo del puente de Colón, que por esa época aún no lo hacían; las primeras veces aprovechaba cuando Chepa iba al Río Sabinal por agua. En muchas ocasiones le cargó el cántaro hasta cerca de la tranca de su casa porque los padres de la chica ignoraban el idilio, los padres del niño Paco menos que lo supieran, pues cuando se veían por las tardes, engañaba a sus padres diciendo que iba al colegio.
Llegó a tanto su amor que no se aguantaron y ella muy decidida le dijo a Paco: me voy contigo donde me llevés, pero Paco era un niño mimado y un poco temeroso, no se hallaba con ánimos de tomar aquella arriesgada decisión.
La Chepa insistía: Lleváme Paco, lleváme a donde querás. Paco debía dejar de ser hombre para no aceptar la propuesta que lo comprometía, fue así como le dijo: Si mi reyna, te llevo a donde nadie nos vea aunque se opongan a nuestro amor.
Mirá Paco, por aquí cerca está una cueva, si no tenés a donde llevarme, allí haremos nuestro hogar y nadie sabrá donde estamos, ¿qué decís?, ¿vamos allí?
Paco, muy resuelto, le dijo que lo esperara, que al día siguiente por la tardecita se iría con ella, que iría por su ropa, por algunas cosas para poder pasar las noches. Y así fue. Muy formal, al atardecer de un sábado regresó con un pequeño bulto en el que escondía también un «pumpo«, Chepa que estaba esperando con ansia, saltó por un portillo del corral de «aguaná» y como gacela, «tropeleó» dispuesta a seguir a su compañero.
Pronto desaparecieron por los manantiales y hallaron la cueva, donde dieron rienda suelta a sus deseos.
Los padres de ambos, al ver que no llegaban a su casa uno y ni el otro, los buscaban muy afligidos, pensando que podían haberlos matado o que la «tisigua» hubiera extraviado a Paco. Por informes de algunos que los veían por el Río, dijeron a los padres lo que habían observado y no faltó alguien que los viera escapar muy cautelosos. Fue así como se conocieron ambas familias y se dedicaron a buscarlos.
Cuando se dirigían por el rumbo cerca de donde estaba la cueva, vieron de lejos que Paco iba solo. Sin seguirlo, esperaron que regresara a su casa y cuando llegó no dijo nada de lo que había hecho. Sus padres no insistieron en saber lo ocurrido; mientras tanto, Chepa se quedó oculta en la cueva esperando, sin que llegara Paco a verla. Ella tenía la esperanza del regreso del infiel, y espero varios días, sustentándose con los frutos que a escondidas hallaba en el campo. Sus padres nunca la hallaron, pues cuando llegaron a la cueva ella no estaba allí.
Por fin desfallecida por el hambre, agotada y más que todo decepcionada por el pago del ingrato, murió. Años después, la encontraron cubierta toda de Guano, estiércol de murciélagos, ya toda descompuesta despidiendo fétidos olores.
Fue el escándalo del pueblo, de que la Chepa la habían encontrado por fin, en la cueva del rumbo de la piedrona, desde entonces llaman así a la cueva, «La Cueva de la Chepa«.
Fuente: Monografía del Municio de Tuxtla Gutiérrez
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